Putin y Trump negocian en la sombra mientras crece el riesgo financiero global
El borrador, compuesto por 28 puntos y desarrollado sin la participación del presidente ucraniano Volodímir Zelensky ni de los principales aliados europeos, indica un viraje decisivo en la diplomacia internacional.
Washington retoma así el esquema tradicional de las grandes potencias: conversaciones bilaterales, presión paralela y acuerdos diseñados lejos de los reflectores.
¿Qué implica el nuevo enfoque diplomático entre Estados Unidos y Rusia?
La estrategia recuerda el método aplicado por Donald Trump en Gaza: intermediarios seleccionados, contactos reservados y un mensaje político claro —"detener guerras"— que fortalece su narrativa presidencial en un mundo fatigado por los conflictos prolongados.
Para Moscú, el proceso confirma que solo Washington puede ofrecer una salida negociada. Para Europa, es otra señal de que ha perdido el centro de gravedad en la seguridad continental.
El giro estratégico hacia Arabia Saudita aumenta esa inquietud. Trump ha declarado públicamente que el príncipe heredero Mohammed bin Salman es "su mejor aliado fuera de la OTAN". Ese gesto, sumado a la reciente reunión entre ambos en Washington, alimenta la percepción de un nuevo triángulo geopolítico Washington–Riad–Moscú que podría alterar el equilibrio tradicional del bloque occidental.
¿Cuál es la situación económica en Estados Unidos y su impacto global?
Mientras la diplomacia se mueve bajo la superficie, la economía estadounidense exhibe síntomas de fragilidad difíciles de ignorar. La morosidad en bienes raíces comerciales alcanzó el nivel más alto de la historia, afectando bancos regionales, fondos inmobiliarios y sistemas de pensiones.
El reciente temblor bursátil —con caídas en el Nasdaq y en el Bitcoin— fue amortiguado apenas por un rebote marginal en la antesala de los resultados de Nvidia.
Sin embargo, el trasfondo es alarmante: la oferta monetaria global aumentó en diez billones de dólares en solo doce meses, un crecimiento explosivo que ha inflado deuda corporativa, balances bancarios y burbujas tecnológicas que ahora amenazan con estallar.
En este contexto, las Big Tech enfrentan su propio dilema. La inversión masiva en inteligencia artificial exige deuda, bonos y un consumo energético creciente, mientras los ingresos avanzan más lento que el costo del capital. Analistas advierten una peligrosa "boca de cocodrilo": gastos que se disparan, retornos que se estancan.
Si la morosidad continúa y los bancos restringen el crédito, el ecosistema tecnológico podría entrar en una corrección severa, afectando al corazón mismo de la economía digital global.
A esto se suma la tensión geopolítica en Asia. China elevó el tono contra Japón por la cuestión de Taiwán, mientras las criptomonedas volvieron a desplomarse, completando un cuadro que recuerda a los días previos a una crisis mayor.
En conjunto, las señales son claras: negociaciones secretas entre superpotencias, alianzas que se reconfiguran, mercados nerviosos y un sistema financiero expuesto.
El mundo entra en una fase de transición donde la diplomacia silenciosa y los riesgos económicos avanzan al mismo tiempo, cada uno capaz de inclinar la balanza hacia un nuevo orden global o hacia una tormenta de dimensiones históricas.




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