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La Guerra de Ucrania: Del sueño de la OTAN a la realidad del desgaste (2022–2025)



Santo Domingo.– La guerra de Ucrania comenzó en febrero de 2022 con la "operación militar especial" lanzada por Rusia en respuesta a lo que consideraba la expansión militar de la OTAN hacia sus fronteras. Detrás del conflicto, como advirtió John Mearsheimer en 2015, se encontraba el error de Occidente: empujar a Ucrania a enfrentarse a Rusia sin medios reales para sostener la confrontación.

Aquella tesis, desestimada en su momento, se confirma tres años después. Estados Unidos y Europa alentaron a un país dividido, dependiente del crédito internacional, a desempeñar un papel que superaba sus capacidades económicas, demográficas y militares.

Ucrania, situada entre dos civilizaciones, fue convertida en campo de batalla de una rivalidad global que no podía ganar. Desde el principio, el conflicto reveló un choque no solo territorial, sino civilizatorio: entre una Rusia que reivindicaba su esfera histórica y una OTAN que no supo reconocer los límites de su expansión.

El espejismo occidental (2022–2023).

Durante los dos primeros años del conflicto, la narrativa occidental presentó a Ucrania como un bastión de resistencia heroica frente a un enemigo arcaico. Los medios y gobiernos europeos hablaron de victorias tácticas, mientras los paquetes de ayuda superaban los cien mil millones de dólares.

Pero detrás del triunfalismo, el frente se estancaba. La economía ucraniana se derrumbaba y la emigración alcanzaba niveles históricos. Las promesas de una rápida victoria se diluían mientras Rusia consolidaba su control sobre Crimea, Donetsk y Lugansk, avanzando lentamente pero sin retroceder.

Europa, atrapada entre la dependencia energética y la inflación, comenzó a mostrar las grietas de su unidad. Alemania reabrió plantas de carbón; Francia enfrentó protestas sociales; y el Reino Unido, fuera de la Unión Europea, ya no podía sostener el costo político de la guerra.

El espejismo de la victoria ucraniana se evaporó ante una realidad implacable: el desgaste prolongado era la verdadera estrategia rusa.
El frente del invierno: Pokrovsk y Kupyansk (2024–2025).

En 2024 y 2025 el frente oriental se convirtió en un espejo del agotamiento ucraniano. Las ciudades de Pokrovsk y Kupyansk, convertidas en símbolos de la resistencia, fueron el escenario de una lenta y devastadora ofensiva rusa.

El historiador José Miguel Villarroya señaló en Negocios Televisión que "Rusia está a punto de dar un duro golpe a Ucrania. Pokrovsk y Kupiansk van a caer."

La OTAN, dijo, "ha vuelto a caer en la trampa rusa de la guerra de desgaste."

Juan Antonio Aguilar, del Instituto Español de Geopolítica, describió la situación como "un auténtico desastre": miles de soldados ucranianos atrapados sin logística, mientras el plan ruso consistía en destruir las reservas enviadas por Kyiv.

Armando Jiménez, del Adam Smith Center (FIU), advirtió que la caída de Pokrovsk sería "catastrófica", no solo por su valor militar, sino por la señal política que representaría para Europa.

Y Christian Lamesa recordó las palabras de Donald Trump: "Es una estupidez intentar ganarle la guerra a Rusia."

Todos coincidieron en que la OTAN había subestimado la profundidad estratégica de Moscú y sobreestimado su propia capacidad industrial para sostener una guerra prolongada.

Pokrovsk: el epicentro de la derrota ucraniana

El analista mexicano Jesús López Almejo, miembro del Sistema Nacional de Investigadores de CONAHCYT, recordó la tesis de Mearsheimer: "Estados Unidos empujaba a Ucrania al suicidio."

Según Almejo, la caída de Pokrovsk es solo "cuestión de tiempo".

"Ucrania es un muerto viviente amputado de su soberanía", afirmó, "porque ya no decide su destino: ni en el campo militar, ni en la economía, ni en la diplomacia."

Eduardo Irastorza, profesor en la OBS Business School, comparó la obstinación de Zelensky con la de Hitler en Stalingrado, advirtiendo que la continuación del conflicto podría dejar al país sin luz ni calefacción durante "el invierno del descontento".

Subrayó que Pokrovsk era el último bastión antes del Dniéper y que el líder ucraniano no puede ser el hombre que firme la paz sin traicionar su propia narrativa.

Carlos Paz, analista político, fue más allá: aseguró que "la huida de Zelensky está muy próxima", y que su salida facilitaría las negociaciones de paz.

Para Paz, la guerra se sabía perdida desde hacía tiempo, pero los intereses occidentales la prolongaron "sin razón", solo para evitar reconocer la derrota.

Estados Unidos Reorienta Su Estrategia.

Mientras el frente ucraniano se derrumba, Estados Unidos reorienta su estrategia global.

Donald Trump, de regreso al centro de la política internacional, aplica la teoría de Basil Liddell Hart sobre la "aproximación indirecta": golpear los bordes del adversario antes de su núcleo.

En lugar de confrontar a China directamente, Washington presiona a Venezuela, México y Nigeria, debilitando así los vínculos periféricos de Pekín.

El 5 de noviembre de 2025, el Pentágono realiza una prueba con un misil Minuteman III desde la Base Vandenberg, en California, enviando un mensaje inequívoco al mundo: la disuasión nuclear estadounidense sigue activa.

Al mismo tiempo, el anuncio de una posible reunión entre Trump y Kim Jong-un reabre la vía diplomática en Asia.

La guerra de Ucrania dejó de ser el centro del tablero: ahora la competencia global se juega en la energía, la inteligencia artificial y el espacio.

Europa y el colapso moral. Europa atraviesa una fase de desorientación profunda.

Alemania entra en recesión, Francia pierde influencia en África y el Reino Unido enfrenta huelgas y protestas.
La dependencia energética y militar de Washington es total.

Los gobiernos europeos, debilitados por la inflación y la fatiga social, evitan reconocer que la guerra está perdida.

En el Sahel, Rusia y China ocupan el vacío dejado por Francia, asegurando el control de uranio, litio, oro y tierras raras, los minerales del futuro.

Como señaló Villarroya: "Quien controle el Sahel controlará el futuro energético del planeta."

Europa, moralmente agotada, parece haber olvidado su papel histórico de mediadora y se ha convertido en un actor subordinado dentro de una alianza que ya no lidera.
América Latina y el repliegue hemisférico.

La Cumbre de las Américas, prevista inicialmente para 2025, fue pospuesta para 2026.

El aplazamiento refleja la pérdida de prioridad hemisférica para Washington.

Estados Unidos concentra su atención en el Pacífico y en la presidencia del G-20, dejando a América Latina en una posición secundaria.

Solo tres temas permanecen en su agenda: migración, energía y competencia con China.

Venezuela reaparece como instrumento de presión diplomática, mientras el Caribe se convierte en zona de competencia estratégica.

Los países latinoamericanos, fragmentados y sin liderazgo regional, enfrentan el reto de redefinir su posición en un mundo donde la hegemonía estadounidense ya no es incuestionable.
República Dominicana: puente de equilibrio.

En este escenario cambiante, la República Dominicana mantiene su papel de país estable y diplomáticamente respetado.

Aliada histórica de los Estados Unidos y con relaciones crecientes con China, la nación caribeña posee margen para actuar como puente de equilibrio regional.

Sus prioridades son claras: garantizar la autonomía energética y alimentaria, fortalecer una neutralidad inteligente y ampliar su diplomacia cultural y multilateral.

En un mundo fragmentado, la estabilidad dominicana representa un valor estratégico.

Su historia diplomática y su credibilidad internacional la posicionan como un ejemplo de madurez institucional y serenidad en tiempos de incertidumbre.

El fin de la ilusión atlántica. El G-20 en USA en 2026

La guerra de Ucrania, iniciada como un intento de reafirmar la hegemonía occidental, ha terminado por desnudar sus límites.

La OTAN no derrotó a Rusia; Ucrania fue sacrificada en una guerra por delegación; Europa perdió autonomía; y Estados Unidos busca reconfigurar su liderazgo global a través del G-20 de 2026, que se celebrará en su territorio.

El siglo XXI entra en una nueva etapa: la del equilibrio inestable entre potencias, donde ninguna domina y todas se vigilan.

La ilusión atlántica —esa creencia en un orden mundial unificado bajo valores occidentales— se desvanece ante la realidad multipolar del presente.

El conflicto de Ucrania no solo marca el fin de una guerra, sino el fin de una era.

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