Josué Fiallo-Billini advierte que llamar “terroristas” a carteles puede afectar a empresas
Santo Domingo.- El diplomático y académico Josué Antinoe Fiallo Billini Portorreal, al ser consultado sobre el marco internacional bajo Trump, distinguió entre operaciones contra el crimen organizado en el Caribe y la relación tensa con Venezuela, y advirtió que el uso expansivo de designaciones de terrorismo a carteles puede generar efectos colaterales en cadenas de suministro y empresas de terceros países.
Entrevistado por el periodista Pablo McKinney en su programa para Color Visión, el exembajador ante la OEA y exjefe de misión en Costa Rica declaró que, a su juicio, el hemisferio asiste a un repliegue del multilateralismo y a una “imposición de visiones restrictivas” que presionan el orden basado en reglas: “Para países pequeños y medianos, lo único que protege es el derecho internacional”.
Sobre el papel de República Dominicana, Fiallo subrayó la alta dependencia con Estados Unidos -comercio, inversión, remesas y diáspora-, pero sostuvo que ello “no es incompatible con una política exterior de equilibrio”: diversificar mercados, abrir nuevas sedes diplomáticas en centros de incidencia, reposicionar al país como puente entre Caribe, Norteamérica y Sudamérica, y “defender principios” (soberanía, no intervención, paz, cooperación) de manera consistente en el tiempo para ganar credibilidad.
Enumeró, además, asignaturas pendientes: reconciliarse con el sistema interamericano de derechos humanos; actualizar la normativa migratoria (vigente desde hace dos décadas) y combatir la deshumanización del inmigrante; robustecer la protección e integración de la diáspora; y usar la política exterior como palanca para generar capital humano en sectores críticos (semiconductores, inteligencia artificial).
SOBRE LA CUMBRE
A pocas semanas de la X Cumbre de las Américas en Punta Cana, el diplomático y académico advirtió que el hemisferio llega al encuentro “en un contexto de recesión democrática y desconfianza hacia el multilateralismo”, un clima que obligará a una negociación fina para producir resultados concretos.
Fiallo delineó las fracturas conceptuales que podrían trabar la declaración final, y los desafíos estratégicos de la República Dominicana bajo la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos. Recordó que la Cumbre -un foro presidencial iniciado en 1994- arriba a su décima edición “liderada y controlada por República Dominicana”, que propuso como eje la seguridad humana con focos en seguridad ciudadana, hídrica y energética. Sin embargo, anticipó “puntos de contención” en materias sensibles: migración, desarrollo sostenible y cambio climático.
En migración, la disputa es semántica y política: un amplio grupo de países defiende el lenguaje previamente acordado —“personas en situación migratoria irregular”— mientras que Estados Unidos empuja por el término “ilegal”. “En la Cumbre no se vota; se busca consenso. Si persiste la divergencia, la presidencia deberá decidir qué terminología queda en el texto, y los países verán si la rubrican”, explicó. Recordó que no sería inédito concluir sin declaración si no hay acuerdo.
El Caribe, apuntó, llegará con “sensibilidades no negociables” sobre equidad y vulnerabilidad climática. También prevé diferencias sobre rutas y velocidades de la transición energética, dadas las asimetrías de capacidades en la región.
Al mismo tiempo, consideró que, con estabilidad macroeconómica, baja polarización relativa y una democracia que roza el medio siglo, RD dispone de una ventana excepcional para “salir con principios, defenderlos y jugar un rol útil” en su vecindario. El éxito de la Cumbre y del país dependerá de traducir consensos en mandatos implementables sin ceder a los atajos del unilateralismo, concluyó.



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